lunes, 24 de noviembre de 2008

Prepotencia

miércoles, 28 de mayo de 2008

Convivencia


Vergüenza, angustia lingüística, pánico y sobre todo la formación de pequeñas sociedades cuyo lugar de origen era el mismo condicionaron enormemente el primer día. El aire pasaba a través de las cuerdas vocales, pero las palabras se quedaban más atrás. No éramos quienes de formar frases con más de cinco palabras. Las habitaciones se repartieron a una velocidad estrema y empezamos a repartir saludos gestuales primero y palabras vagas seguidamente. El primer choque con los otros chicos no había ido nada mal.

Al día siguiente las chicas valoraban primero a sus compañeras de casa y segundo el atractivo de los nuevos. Ellos (los chicos) intercambiaron el orden, pero el resultado fue el mismo. Felicidad en general, claro que siempre está la excepción que confirma la regla, pero excluyendo a unos pocos, el resto del campamento era gente digna de establecer una relación amistosa, o lo que surgiese, con un valor temporal de una semana.

Durante los trabajos, gotas de sudor comunitarias caían sobre la tierra seca por el sol y palabras de apoyo mutuo entre los empleados eran transmitidas entre ellos. Me gustaría mucho decir esto, pero el sudor comunitario no era el de todos y las palabras de apoyo mutuo casi inexistentes. Pero si alguien osa preguntarme un día si la experiencia mereció la pena mi cabeza se movería de arriba a abajo como empujada por un muelle.

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